Daniel Rosino, el librero de Walden |
Se trata de dos oficios diferentes. Conozco a un genio, Paco Pons, que es un librero integral y que le ha pegado a todo, pero eso no es lo habitual. El librero de nuevo es como la caballería ligera, entra, hace lo que puede mirando cara a cara a cada uno de los lectores y se retira. Victorioso o derrotado. Arriesga siempre. Y pierde si se para. El de viejo es un trampero, un defensor avezado cuyos éxitos consisten por el contrario en saber esperar. Yo no se qué es lo que haría si supiera que detrás del libro que intento vender hay infinitos libros exactamente iguales. Para mí, librero de viejo, cada libro es una pieza única, a veces joya, a veces arruga, pero siempre única. Para el de nuevo supongo que cada libro será un grano de trigo, un germen efímero que o crece o muere.
En esta vida tiene que haber de todo. Así es como logramos cerrar de alguna forma el gran ciclo que, como la gota de agua, viven las palabras escritas. Y quiero suponer que al final unos y otros nos complementamos. Que los libros nuevos son los libros antiguos del futuro. Que los libros viejos son la inspiración de los nuevos que vendrán.
Hay una librería en Pamplona que se llama Walden. Ayer pasé por ahí y me cruzó por la mente algo parecido a esto que acabo de escribir. Visítenla si pueden.
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